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to, y la abundancia y hartura que hay en él. ¡O sagrado convite, en el cual se nos refresca la memoria de su Pasion, de aquel esceso de amor con que Dios nos amó, entregándose por nosotros á la muerte, y muerte de Cruz! ¡O sagrado convite, en el cual nuestra alma se harta, y queda llena de gracia! ¡O sagrado convite, en el cual i se nos da una prenda de la gloria, y tal, que no es cosa distinta de lo que nos han de dar despues, como lo suelen ser acá las prendas, sino el mismo Dios que ha de ser nuestro premio y galardon se nos da por prenda en este soberano convite, sino que aqui nos sirven á plato cubierto, y en aquel convite y cena de la gloria nos servirán á plato descubierto!

Pues la escelencia de tan alto Sacramento, y la Magestad grande del Señor que habemos de recibir, pide que la disposicion y preparacion para eso sea muy grande. Tratando el Real Profeta de edificar el templo de Jerusalén, decia: Opus namque grande est, neque enim homini præparatur habitatio, sed Deo: 1 Paral. c. 29, v. II. Grande cosa es esta, porque no tratamos de preparar morada para hombres, sino para Dios. Y habiendo preparado gran de cantidad de oro y plata, vasos y piedras preciosas, todo le parecia nada, y todo esto era para el Templo donde se habia de poner el arca, y en ella el maná, figura de ese divino Sacramento. ¿Pues qué será de la preparacion del Templo y

morada en que habemos de recibir al mismo Dios en persona? Que tanto habia de ser mayor, cuanto escede lo figurado á la figura, y lo vivo á lo pintado; y fuera de lo que se debe á la Magestad de tan gran Señor, á nosotros nos importa mucho ir muy preparados para recibir este Santísimo Sacramento, porque cual fuere la preparacion y disposicion que llevarémos, tal será la gracia que recibirémos. Como el que va á coger agua de la fuente, tanta coge cuan grande vaso lleva. Y para que se entienda mejor lo que queremos decir en esto, notan aqui los Teólogos, que no solamente recibe uno mayor gracia para el mayor mérito de los actos y buenas obras con que se llega á recibir el Sacramento, que llaman ex opere operantis: y es modo de hablar del Concilio Tridentino sess. 7, c. 9, sino que la gracia sacramental, que fuera de esto da de suyo el Sacramento, por privilegio é institucion divina, que llaman ex opere operato, será mayor, cuanto mayor fuere la disposicion con que nos llegarémos á él; porque obra Dios las obras de gracia conforme á las de naturaleza. Y en lo natural vemos, que todas las cosas obran conforme á la disposicion que hallan en los sugetos; y asi el fuego luego se enciende en la leña seca: mas sino lo está, mas tarde se encenderá: de modo que segun fueren las grados de la sequedad, asi será la operacion del fuego. Pues á este modo es tambien

en este divino Sacramento. Y asi por todas partes nos importa mucho llegarnos á él muy bien preparados.

CAPITULO IV.

De la limpieza y puridad, no solo de pecados mortales, sino tambien de veniales é imperfecciones, con que nos habemos de llegar á la sagrada comunion.

Tres

mento por disposicion, que es el de la confesion, cuando precedió algun pecado mortal. De manera que no basta llegarse con dolor y contricion, sino es menester que preceda la confesion, como lo determinó el concilio Tridentino, conforme á aquello del Apóstol S. Pablo: Probet autem se ipsum homo,

cosas principales trararémos aquí. La primera, de la disposicion y preparacion que se requiere para llegar á recibir este divino Sacramento. La segunda, de lo que habemos de hacer despues de haberle recibido: y cual ha de ser el hacimiento de gracias. La tercera, que es el fruto y provecho que habemos de sacar de la sagrada comunion. Y comenzando de lo primero, la disposicion y preparacion que para esto se requiere, es mucho mayor, que para los demas Sacramentos; porque cuanto son mas escelentes los Sacramentos, tanto piden mayor preparacion y pureza para haberlos de recibir. Y asi algunos Sacramentos hay, que para recibirse dignamente, basta tener dolor y arrepentimiento verdadero de los pecados, sin ser necesaria la confesion. Mas este divino Sacramento es de tanta dignidad y escelencia, por estar en él encerrado el mismo Dios, que demas de lo dicho, pide otro Sacra

sic de pane illo edat, & de calice bibat. Las cuales palabras declara el Concilio (a) de esta manera, que es menester que vaya uno probado y examinado con el examen y juicio de la confesion. Esta disposicion y preparacion es necesaria á todos los cristianos, so pena de pecado mortal, y basta ella para recibir gracia en el Sacramento.

Mas aunque sea verdad, que por los pecados veniales, y por otras faltas é imperfecciones que no llegan á pecado mortal no pierde el hombre del todo el fruto de ese santo Sacramento, sino que recibe aumento de gracia, como dicen los Teólogos; pero pierde aquel fruto copioso y abundante de gracias y virtudes, y otros efectos admirables que suele él obrar en las almas mas límpias y devotas. Porque aunque los pecados veniales no quitan la caridad, amortiguan su fervor, y disminuyen la devocion, que es la mas propia disposicion que para este divino Sacramento se requiere; y asi, si queremos participar del copioso fruto de que suelen gozar los que se llegan á comulgar como deben, es menester ir

(a) Concil. Trid. sess. 13, c. 1. ad Cor. c. 21, v. 2, & 8.

limpios, no solo de pecados mortales, sino tambien de los veniales, Y asi el mismo Jesucristo nos enseñó esta disposicion (b) con aquel ejemplo de lavar los pies á sus discípulos antes de comulgarlos, dándonos à entender, como dice S. Bernardo, serm. de Coena Domini, la limpieza y puridad con que nos habeinos de llegar á este Santísimo Sacramento, no solo de pecados mortales, sino tambien de veniales, que es el polvo que se nos suele pegar á los pies.

San Dionisio Areopagita (c) dice, que no solo de los pecados veniales, sino tambien de las demas faltas é imperfecciones, pide el Sefor limpieza, con este ejemplo: Exigit, dice, extremam munditiem. Y trae á este propósito aquella ceremonia santa que usa la Iglesia en la Misa de lavarse el sacerdote las manos antes de ofrecer aquel Sacrosanto Sacrificio. Y pondera muy bien, que no se lava todas las manos, sino solamente las estremidades de los dedos, para significar que no solamente habemos de ir límpios de los pecados graves, sino tambien de los ligeros, y de las faltas é imperfecciones. Si allá Nabucodonosor mandó, que escogiesen niños, in quibus nulla esset macula, Dan. c. 1, v. 5, puros, limpios y hermosos, para darles y mantenerles de los manjares de su mesa, ¿cuánto mayor razon será, que para llegarnos á esta mesa Real y divina, va

mos con gran limpieza y puridad? Al fin es pan de Angeles, y así nos habemos de llegar á él con pureza de Angeles.

Pedro Cluniacense, I. 1 de mir. cap. 2, cuenta de un sacerdote, en una parte de Alemania, que llaman de los teutones, que habiendo primero sido de buena y santa vida, despues vino á caer miserablemente en cierto pecado deshonesto; y añadiendo pecados á pecados, se atrevia á llegar al altar á decir Misa, sin haberse enmendado ni confesado que este suele ser engaño de algunos que han vivido bien, que cuando les acontece alguna cosa vergonzosa, no se atreven á confesarla, ni á dejar de comulgar, por no perder la opinion y credito que antes tenian: ciegales la soberbia. Quiso Dios castigarle piadosamente como Padre con una cosa que le hizo abrir los ojos, y fue, que al tiempo de consumir, teniendo á Cristo en sus manos, se le desapareció de ellas, y de la misma manera el sanguis se desapareció del caliz, quedando aquel dia sin comulgar, y no poco espantado. Esto mismo le acaeció otras dos veces en que quiso volver á decir Misa, por ver si Dios nuestro Señor mostraba la misma señal de indignacion con él, que la primera; y con esto conoció cuan grandes eran sus pecados, y con cuanta razon tenia provocada contra sí la ira de Dios: y

(b) Joan. c. 13, v. 5: Cœpit lavare pedes Discipulor. (c) D. Dionis. c. 3 de Ecclesias. hier. & S. Thom. 3 p. q. 83, art. 5 ad 1.

Heno de muchas lágrimas, se fue á los pies de su Obispo, y con gran sentimiento y dolor le contó lo que le habia acaecido: confesó con él, y recibió de su mano la penitencia que merecia de ayunos, disciplinas y otras asperezas, en las

cuales se ejercitó mucho tiempo,

sin atreverse á llegar á celebrar, hasta que su Prelado, y Pastor se lo vino á mandar, ó dar licencia cuanó dar licencia cuando le pareció que ya habia bastantemente satisfecho á Dios por sus pecados. Y fue cosa maravillosa la que acaeció en la primera Misa que dijo: que despues de haber dicho la mayor parte de ella con grandísimo sentimiento y lágrimas, queriendo consumir, subitamente se le aparecieron delante las tres hostias que antes por su indignidad se le habian desaparecido, y en el caliz halló toda aquella cantidad del sanguis. Queriendo con aquesta tan evidente señal, mostrarle el Señor, como ya sus pecados eran perdonados. Quedó muy agradecido á esta misericordia del Señor, y con mucha alegría recibió tambien las otras tres hostias, y de alli adelante perseveró en muy perfecta vida.

Este caso dice Pedro Cluniacense, que se le contó el Obispo de Claramonte delante de muchas personas. Cesario en sus diálogos, lib. 2, cap. 5, cuenta otro ejemplo semejante.

CAPÍTULO V.

De otru disposicion y preparacion mas particular con que nos habemos de llegar á este divino Sacramento.

Para gozar cumplidamente de los frutos admirables que trae consigo este divino Sacramento, dicen los Santos y Maestros de la vida espiritual, que nos habemos de procurar preparar con otra disposicion mas particular, que es con actual devocion. Y asi declararémos aquí qué devocion ha de ser esta, y cómo la despertarémos en nosotros. Para esto dicen, que nos habemos de llegar á la sagrada comunion, lo primero con grandísima humildad y reverencia. Lo segundo, con grandísimo amor y confianza. Lo tercero, con grande hambre y deseo de este pan celestial. A estas tres cosas se pueden reducir todas las maneras de afectos con que podemos despertar la actual devocion, asi antes de recibir este Santísimo Sacramento, como al tiempo de comulgar, y tambien despues de la comunion. Y estan llenos los libros de consideraciones á este propósito muy buenas y muy dilatadas: y asi solamente tocarémos algunas de las mas ordinarias, que suelen ser las mas provechosas, abriendo el camino para que sobre ese fundamento pueda cada uno discurrir por sí; porque eso le moverá mas, y le será

de mas provecho, conforme à la doctrina (a) que de esto tenemos en el libro de los ejercicios espiritua les.

Pues lo primero habemos de llegar á este Santísimo Sacramento con grandísima humildad y reverencia la cual se despertará en nuestra ánima, considerando por una parte aquella soberana magestad y grandeza de Dios, que verdaderamente está en aquel Santísimo Sacramento, y que es el mismo Señor que con sola su voluntad crió, conserva y gobierna los cielos y la tierra, y con sola ella lo puede todo aniquilar, en cuya presencia los Angeles y mas altos Serafines encogen las alas, tiemblan, y se estremecen con profundísima reverencia: Columnæ Cæli contremiscunt, et pavent ad nutum ejus. Job c. 26, v. 11. Y por otra parte volviendo luego los ojos á nosotros mismos, mirando nuestra bajeza y miseria. Y asi unas veces nos podemos llegar con el corazon de aquel publicano del Evangelio, que no se osaba acercar al altar, ni alzar los ojos al cielo, sino de lejos con mucha humildad heria sus pechos, diciendo: Deus propitius esto mihi peccatori. Luc. c. 15, v. 13. Señor, habed misericordia de mí, que soy grande pecador. Otras veces nos podemos llegar con aquellas palabras del hijo pródigo: Luc. c. 15, v. 18, et 19. Señor, pequé contra el cielo, y contra Vos: ya no merezco llamarme vuestro hijo: re

cibidme como á uno de los jorna leros de vuestra casa, Otras, con aquellas palabras de santa Isabel: Et unde hoc mihi? Luc. c. 1, 43, como dijimos arriba. Será tambien muy bueno considerar con mucha atencion aquellas palabras que tiene instituidas la Iglesia para el tiempo de comulgar, tomadas del sagrado Evangelio: Domine non sum dignus, ut intres sub tectum meum, sed tantùm dic verbo, et sanabitur anima mea: Matt. c. 9. v. 8. Señor no soy digno; pero por eso me llego, para que Vos me hagais digno. Señor, flaco soy y enfermo; pero por eso me llego, para que Vos me saneis y esforceis; porque como Vos dijisteis no tienen los sanos necesidad de médico, sino los enfermos; y para eso señaladamente venisteis Vos.

Eusebio, escribiendo la muerte del bienaventurado san Gerónimo, que se halló á ella, y fue su discípulo, dice, que estando el Santo para recibir este Santísimo Sacramento, admirado por una parte de la magestad y bondad inmensa del Señor, y volviendo por otra parte los ojos á sí, decia: Cur nunc tantum te humilias, ut patiaris ad hominem descendere publicanum, et peccatorem, et non solùm cum illo manducare vis, sed te ipsum manducari ab illo jubes? ¿Cómo Señor os humillais ahora tanto, que quereis venir y descender á un hombre publicano y pecador, y no solo quereis comer con él, sino que mandais

(a) S. Ignat. l. exerc. spirit. in annot. in princ. positis, annot. 2.

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