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cordia de Dios para con nosotros, que no solo nos sufra, pero que diga él: Delitiæ meæ esse cum filiis hominum: Prov. c. 8, v. 31. Mis deleites son estar con los hijos de los hombres. ¿Qué hallasteis, Señor, en los hijos de los hombres. pára que digais, que vuestros deleites son estar y conversar con ellos? Por esto usaban tanto los Santos este ejercicio del propio conocimiento, para venir en mayor conocimiento de Dios, y en mayor amor de su divina Magestad. Este era el ejercicio y oracion que usaba S. Agustin: lib. de vit. beata. Deus semper idem, noverim me, noverim te: Dios mio, que siempre estás en un sér, y nunca te mudas, conozcame á mí, y conozcate á tí. Esa era la oracion en que el humilde S. Francisco gastaba los dias y las noches, ¿Quién sois vos, y quién soy yo? Por aqui vinieron los Santos á muy alto conocimien to de Dios: este es camino muy seguro y cierto para eso, y mientras mas bajarades y ahondárades en vuestro propio conocimiento, mas subiréis y creceréis en el conocimiento de Dios, y de su bon dad y misericordia infinita: y tambien mientras mas subieredes y crecieredes en el conocimiento de Dios, mas bajaréis y medraréis en el vuestro; porque la luz celestial descubre los rincones, y hace aver gonzar al ánima de lo que aun á los ojos del mundo parece muy bueno. Dice san Buenaventura, asi como cuando los rayos del sol

entran en un aposento, se parecen luego los átomos: Sic, et cor radiis gratiæ illustratum etiam minima videt: Asi el alma ilustrada con el conocimiento de Dios, con los rayos de aquel verdadero Sol de Justicia, luego ve en sí aun las cosas minimas; y asi viene á tener por malo y defectuoso, lo que el que no tiene tanta luz, tiene por bueno. Esta es la causa porque los Santos son tan humildes, y se tienen en tan poco, y mientras mayores Santos, son mas humildes, y se tienen en menos, porque como tienen mas luz y mayor conocimiento de Dios, conocense mejor á sí, y ven que de su cosecha no tienen sino nada y pecados. Y por mucho que se conozcan, y por muchas faltas que vean en sí, siempre creen que hay otras muchas que ellos no ven, y creen que la menor parte de sus males es la que ellos conocen, y por tales se tienen; porque asi como creen que Dios es mas bueno de lo que ellos conocen, asi tambien creen que ellos son mas malos de lo que alcanzan. Asi como por mucho que conozcamos y entendamos de Dios, no lo podemos comprender, sino siempre hay en él mas y mas que entender y conocer asi por mucho que nos conozcamos á nosotros, y por mucho que nos despreciemos y hu millemos, no podremos bajarni llegar á lo profundo de nuestra miseria. Y esto no es encarecimiento, sino verdad llana; porque como el hombre no tiene de su cosecha

sino nada y pecados, ¿quién podrá humillarse y bajarse tanto, cuanto merecen estos dos títulos?

De una Santa se lee, que pidió á Dios luz para couocerse: y vió en sí tanta fealdad y miseria, que no lo pudo sufrir: y volvió á suplicar á Dios: Señor, no tanto, que desmayaré. Y el P. M. Avila (a) dice, que conoció él á una persona, que rogó muchas veces á Dios, que le descubriese lo que él podia ser. Abrióle Dios los ojos tantico, y le hubiera de costar caro: vióse tan feo y abominable, que á grandes voces decia: Señor, por vuestra misericordia me quitad este espejo de delante de mis ojos, no quiero ver mas mi figura.

De aqui nacen tambien en los siervos de Dios aquel odio y aborrecimiento santo de sí mismos, de que dijímos arriba, trat. 1, c. 4; porque cuanto mas conocen la bondad inmensa de Dios, y mas. le aman, tanto mas se aborrecen á sí mismos, como á contrarios y enemigos de Dios, conforme à aquello de Job: c. 7, v. 20. Quare posuisti me contrarium tibi, et factus sum mihi metipsi gravis? Ven que en sí mismos tienen la raiz de todos los males, que es la propia voluntad y sensualidad, de la cual proceden todos los pecados, y con este conocimiento se levantan contra sí mismos, y se aborrecen. ¿No os parece que es razon aborrecer á quien os hizo dejar y trocar un bien tan grande, como es Dios,

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por tomar un poco de gusto y contentamiento? ¿No os parece que es razon tener odio á quien os hizo perder la gloria eterna, y merecer el infierno para siempre jamás? A quien os causó tanto mal, y aun todavía lo procura, no os parece que es razon aborrecerle? Pues ese sois vos, contrario y enemigo de Dios, y contrario y enemigo de vuestro propio bien y de vuestra salvacion.

CAPITULO X.

Que el propio conocimiento no cau-
sa desmayo, sino antes ánimo
y fortaleza.

Hay

ay otro bien grande en este ejercicio del propio conocimiento, que no solo no que no solo no causa desmayo ni cobardía, como le podria por ventura parecer á alguno, sino antes da grande ánimo y fortaleza para todo lo bueno. Y la razon de esto es, porque cuando uno se conoce á sí, ve que no tiene en que estribar en sí, y desconfiado de sí pone toda su confianza en Dios, en el cual se halla fuerte y poderoso para todo. De aqui es, que estos son los que pueden emprender y acometer cosas grandes, y los que salen con ellas; porque como lo atribuyen todo á Dios, y nada á sí, toma Dios la mano, y hace suyo el negocio, y encargase de él, y entonces quiere él hacer maravillas y cosas grandes por

(a) M. Avila trat. 5 del Espíritu Santo, pag. 140.

instrumentos y medios flacos: Ut ostenderet divitias gloriæ suæ in vasa misericordiæ, quia præparavit in gloriam: Ad Rom. c. 9, v. 23. Para mostrar las riquezas y tesoros de sus misericordias, quiere Dios por vasos é instrumentos flacos y miserables hacer cosas maravillosas. En los vasos de mayor flaqueza suele poner los tesoros de su fortaleza: porque de esa esa manera resplandece mas su gloria. Esto es lo que dijo el mismo Dios á S. Pablo cuando fatigado de sus tentaciones, daba voces pidiendo le librase de ellas; respondele Dios: Sufficit tibi gratia mea, nam virtus in infirmitate perficitur: 2 ad Cor. c. 12, v. g. Bástate mi gracia por muchas tentaciones y flaquezas que sientas : porque entonces la virtud de Dios se muestra mas perfecta y mas fuerte, cuando es mayor la enfermedad y flaqueza. Asi como el médico gana mas honra, mientras la enfermedad es mayor y mas peligrosa; asi mientras mas Aaqueza hay en nosotros, mas honra gana el brazo de Dios. Asi decla ran este lugar S. Agustin, lib. 4, de Trin. c. 1, y S. Ambrosio, 2 ad Cor. 11. Pues por eso cuando uno se conoce y desconfía de sí, y pone toda su confianza en Dios, entonces acude y ayuda su magestad. Y por el contrario, cuando uno va confiado de sí, y de sus medios y diligencias, es desamparado. Esta dice S. Basilio, que es la causa, porque muchas veces, en algunas fiestas principales, cuando

nosotros deseamos y pensamos tener mejor oracion y mas devocion, tenemos menos, porque ibamos confiados en nuestros medios, y en nuestras diligencias y preparaciones. Y otras veces, cuando menos pensamos, somos prevenidos con grandes bendiciones de dulzura; para que entendamos, que esta es gracia y misericordia del Señor, y no diligencia ni merecimiento nuestro. De manera que el conocer uno su flaqueza y miseria, no desmaya ni acobarda, antes anima y esfuerza mas: porque hace desconfiar de sí, y poner toda la confianza en Dios. Y eso es tambien lo que dice el Apostol san Pablo: Cum informor, tunc potens sum: 2 ad Cor. c. 12, v. 10. Esto es: Cum humilior, tunc exaltor. Asi lo declara S. Agustin, lib. 4 de Trin. y S. Ambrosio, 2 ad Cor. 11. Cuando me humillo y abato, y conozco que no puedo ni valgo nada, entonces soy ensalzado y levantado: mientras mas conozco y veo mi enfermedad y flaqueza, poniendo los ojos en Dios, me hallo mas fuerte y mas esforzado para todo: porque él es toda mi confianza y fortaleza: Et erit Dominus fiducia ejus. Jerem. c. 17, v. 7.

De aqui se entenderá, que no es humildad, ni nacen de ella unos desmayos y descaecimientos que nos suelen venir, unas veces acerca de nuestro aprovechamiento, pareciéndonos que nunca habemos de poder alcanzar la virtud, ni vencer la mala condicion é inclinacion

que tenemos: otras acerca de los oficios y ministerios en que nos pone ó puede poner la obediencia. Si tengo yo de ser para confesar, si tengo de ser para andar en misiones, ó para otras cosas semejantes. Parece esto humildad; pero muchas veces no lo es, antes nace de soberbia; porque pone uno los ojos en sí, como si por sus fuerzas, industrias y diligencias hubiera de poder aquello, habiéndolos de poner en Dios, en el cual habemos de

gigantes con las langostas. En mi Dios hollaré los leones y dragones. Con la gracia y favor del Señor seremos fuertes: Qui docet manus meas ad prælium, et posuisti, ut arcum æreum, brachia mea. Psal. 17. 35. CAPÍTULO XI.

De otros bienes y provechos grandes que hay en el ejercicio del propio conocimiento.

quedar muy esforzados y animados: Uno de los principales medios

Dominus illuminatio mea, et salus mea, quem timebo? Dominus protector vitæ meæ, à quo trepidabo? Ps. 26, 4. Si consistant adversum me castra, non timebit cor meum: si exurgat adversus me prælium, in hoc ego sperabo: et si ambulavero in medio umbræ mortis, non timebo mala, quoniam tu mecum es: Ps. 22, 4. Si se levantaren contra mí ejércitos, no temerá mi corazon: si se levantaren contra mí batallas, en Dios esperaré: aunque ande en medio de la sombra de la muerte, y aunque llegue hasta las puertas del infierno, no temerá mi corazon; porque vos, Señor, estais conmigo. Con que diversidad de palabras dice el santo Profeta una misma cosa, y tene>mos los Salmos llenos de esto, para significar la abundancia del afecto y confianza que él tenia, y nosotros habemos de tener en Dios. In Deo meo transgrediar murum : Psal. 15, 30. En mi Dios pasaré el muro, por alto que sea, no se me pondrá nada delante, él vencerá los

que podemos poner de nuestra parte, para que el Señor nos ha' ga mercedes, y nos comunique grandes dones y virtudes, es humillarnos, y conocer nuestra flaqueza y miseria. Y asi decia el Apóstol S. Pablo: Libenter igitur gloriabor in infirmitatibus meis, ut inhabitet in me virtus Christi: 2 ad Cor. c. 12, v. 6. De muy buena gana me gloriaré en mis flaquezas, enfermedades y miserias, para que asi more en la virtud de Cristo. Y S. Ambrosio sobre aquellas palabras: Placeo mihi in infirmitatibus, 2 ad Cor. c. 12, v. 10, dice: Si gloriandum est cristiano, in humilitate gloriandum est, de qua crescitur apud Deum: Si se ha de gloriar el cristiano, ha de ser en su bajeza y poquedad, porque ese es el cainino para crecer y valer delante de Dios. S. Agustin, lib 4 de Trinit. c. 1, trae á este propósito aquello del Profeta: Pluviam voluntariam segregabis Deus hæreditati tuæ, et infirmata est: tu verò perfecisti eam :

Psal. 67, v. 10. La lluvia voluntaria y graciosa de sus dones y gracias, ¿cuándo pensais que la dará Dios á su heredad, que es el alma? Et infirmata est: Cuando ella conociere su enfermedad y miseria, entonces la perficionará Dios, y caerá sobre ella la lluvia voluntaria y graciosa de sus dones. Asi como acá los pobres mendigos, mientras mas descubren su pobreza y sus llagas á los hombres ricos y misericordiosos, mas les mueven á piedad, y mas limosna reciben de ellos asi mientras mas uno se humilla y se conoce, mientras mas descubre y confiesa su miseria, su miseria, mas convida é inclina á la misericordia de Dios, á que se compadezca y apiade de él, y le comunique con mayor abundancia los dones de su gracia: Qui dat lasso virtutem, et his qui non sunt, fortitudinem, et robur multiplicat. Isaías c. 40, v. 29.

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Para decir en breve los bienes y provechos grandes de este ejercicio, digo, que para todas las cosas es remedio universal el propio conocimiento. Y asi en las preguntas que se hacen en las conferencias espirituales que solemos tener, ¿de dónde nace tal cosa, y qué remedio hay para ella? Casi en todas podemos responder, que aquello nace de falta de conocimiento propio, y que el remedio seria conocerse á sí mismo y humillarse; porque si preguntais, ¿de dónde nace el juzgar á mis hermanos? Digo, que de falta de conocimiento propio; porque si anduviésedeis dentro de vos,

tendríadeis tanto que mirar y llorar vuestros duelos, que no tendríadeis cuenta con los agenos. Si preguntais, ¿ de dónde nace hablar á mis hermanos palabras ásperas y mortificativas? Tambien nace de falta de conocimiento propio: porque si vos os conociésedeis, y os tuviésedeis por el menor de todos, y á cada uno le mirásedeis como á superior, no tendríades atrevimiento para hablar de esa manera. Si preguntais, ¿de dónde nacen las escusas, las quejas y murmuraciones, porque no me dan esto, ó el otro, ó porque me tratan de esta manera? Claro está que nacen de eso. Si preguntais, ¿de dónde nace el turbarse y entristecerse uno demasiado, cuando es molestado de tales ó tantas tentaciones, ó cuando ve que cae muchas veces en algunas faltas, y melancolizarse, y desanimarse con eso? Tambien nace de falta de propio conocimiento: porque si tuviésedeis humildad, y considerásedeis bien la malicia de vuestro corazon, no os turbaríadeis ni desmayaríadeis por eso, antes os espantaríadeis, como no pasan peores cosas por vos, y como no dais mayores caídas, y andaríadeis alabando y dando gracias a Dios, porque os tiene de su mano, para que no caigais en lo que cayéradeis si él no os tuviera. De una sentina y manantial de vicios, ¿qué no ha de brotar? De tał muladar tales olores como esos se han de esperar, y de tal árbol tal fruto. Sobre aquellas palabras del

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