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TRATADO TERCERO,

DE LA VIRTUD DE LA HUMILDAD.

CAPITULO PRIMERO.

De la escelencia de la virtud de la humildad, y de la necesidad

Discite

ella tenemos.

iscite à me quia mitis sum, et humilis corde, et invenietis requiem animabus vestris. Matth. c. 11, v. 29. Aprended de mí, dice Jesucristo nuestro Redentor, que soy manso y humilde de corazon, y hallareis descanso para vuestras ánimas. El bienaventurado S. Agustin, lib. de vera religio., dice: Tota vita Christi in terris per hominem, quem suscipere dignatus est, disciplina morum fuit, sed præcipuè humilitatem suam imitandam proposuit, dicens: Discite à me, quia mitis sum, et humilis corde. Matth. II. Toda la vida de Cristo en la tierra fue una enseñanza nuestra, y él fue de todas las virtudes Maestro, pero especialmente de la humildad: esta quiso particularmente que aprendiesemos de él, lo cual bastaba para entender, que debe ser grande la escelencia de esta virtud, y grande la necesidad que de ella tenemos, pues el Hijo de Dios bajó del cielo á la tierra á enseñarnosla, y quiso ser particu

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que de

lar Maestro de ella, no solo por palabra, sino muy mas particularmente en la obra; porque toda su vida fue un ejemplo y dechado vivo de humildad. El glorioso S. Basilio, ser. de humilit., va discurriendo por toda la vida de Cristo, desde su nacimiento, mostrando y ponderando como todas sus obras nos enseñan particularmente esta virtud. Quiso, dice, nacer de madre pobre en un pobre portal, y en un pobre pesebre, y ser envuelto en unos pobres pañales: quiso ser circuncidado como pecador, huír á Egipto como flaco, y ser bautizado entre pecadores y publicanos, como uno de ellos: despues en el discurso de su vida quiérenle honrar y levantar por Rey, y escondese; y cuando le quieren afrentar y deshonrar, entonces se ofrece: ensalzanle los hombres, aun los endemoniados, mandales que callen: y cuando le escarnecen y dícenle injurias, no habla palabra. Y al fin de su vida, para dejarnos

mas encomendada esta virtud, como en testamento y última voluntad, la confirmó con aquel tan maravilloso ejemplo de lavar los pies á sus discípulos, y con aquella muerte tan afrentosa de la cruz. Dice S. Bernardo: (a) Exinaniit semetipsum, ut prius præstaret exemplo, quod erat docturus verbo. Abajóse y apocóse el Hijo de Dios, tomando nuestra naturaleza humana, y toda su vida quiso que fuese un dechado de humildad, para enseñarnos por obra lo que nos habia de enseñar por palabra. ¡Maravillosa manera de enseñar! ¿Para qué, Señor, tan grande Magestad tan humillada? Ut non apponat ultra magnificare se homo super terram. Para que ya de aquí adelante no haya hombre que se atreva á ensoberbecer y engrandecer sobre la tierra: Intolerabilis enim imprudentia est, ut ubi sese exinanivit majestas, vermiculus infletur, et intumescat. Siempre fue locura y atrevimiento ensoberbecerse el hombre: empero particularmente despues que la Magestad de Dios se abatió y humilló. Dice el bienaventurado S. Bernardo: Es intolerable desvergüenza y descomedimiento grande, que el gusanillo del hombre quiera ser tenido y estimado. El Hijo de Dios, igual al Padre, toma forma de siervo, y quiere ser humillado y deshonrado: ¡y yo polvo y ceniza quiero ser tenido y estimado!

Con mucha razon dice el Redentor del mundo, que él es el

Maestro de esta virtud, y que de él la habemos de aprender : porque esta virtud de humildad no la supo enseñar Platon, ni Socrates, ni Aristóteles. Tratando de otras virtudes los filósofos gentiles, de la fortaleza, de la templanza, de la justicia, tan lejos estaban de ser humildes, que en aquellas mismas obras, y en todas sus virtudes pretendian ser estimados y dejar memoria de sí. Bien habia un Diógenes y otros tales, que se mostraban despreciadores del mundo y de sí mismos, en vestidos viles, en pobreza, en abstinencia; pero en eso mismo tenian una gran soberbia, y querian por aquel camino ser mirados y estimados, y menospreciaban á los otros, como prudentemente se lo notó Platon á Diógenes. Convidando un dia Platon (b) á ciertos filósofos, y entre ellos á Diógenes, tenia muy bien aderezada su casa, y puestas sus alfombras, y mucho aparato, como para tales convidados convenia. Diógenes en entrando, comienza con sus pies sucios á hollar aquellas alfombras: dícele Platon, ¿qué haces? Calco Platonis faustum. Estoy, dice, hollando y acoceando el fausto y soberbia de Platon. Respóndele muy bien Platon: Calcas, sed alio faustu; notando en él mas soberbia en hollar sus alfombras, que la que él tenia en tenerlas. No alcanzaron los filósofos el verdadero menosprecio de sí mismos, en que consiste la humildad cristiana, ni aun

(a) S. Bern. ser. I de Nativit. Dñi. (b) Tertul. in Apologeti. 582.

por el nombre conocieron esta virtud de la humildad es esta propia virtud nuestra, enseñada por Cristo. Y pondera S. Agustin, (c) que por aquí comenzó aquel soberano sermon del monte: Beati pauperes spiritu, quoniam ipsorum est Regnum cælorum: Bienaventurados los pobres de espíritu. Dicen S. Agustin, S. Gerónimo, S. Gregorio y otros Santos, que se entienden los humildes; por aquí comienza el Redentor del mundo su predicacion, con esto media, con esto acaba, esto nos enseña toda su vida, esto quiere que aprendamos de él: Discite à me, non mundum fabricare, non cuncta visibilia, et invisibilia creare, non in ipso mundo mirabilia facere, et mortuos suscitare, sed quoniam mitis sum, et humilis corde, dice S. Agustin. No dijo, aprended de mi á fabricar los cielos y tierra aprended de mi á hacer maravillas y milagros, sanar enfermos, echar demonios y resucitar muertos: sino aprended de mi á ser mansos y humildes de corazon: Potentior est enim, et tutior solidissima humilitas, quàm ventosissima celsitudo: Mejor es el humilde que sirve á Dios, que el que hace milagros. Este es el camino llano y seguro, y ese otro está lleno de tropiezos y peligros.

La necesidad que tenemos de esta virtud de la humildad, es tan grande, que sin ella no hay que dar pa

so en la vida espiritual. Dice S. Agustin: epist. 56 ad Dioscorum: Nisi humilitas omnia quæcumque benefacimus, et præcesserit, et comittetur, et consecuta fuerit, jam nobis de aliquo bono facto gaudentibus, totum extorquet de manu superbia: Es menester que todas las obras vayan muy guarnecidas y acompañadas de humildad, al principio, al medio y al fin: porque si tanto nos descuidamos, y dejamos entrar la complacencia vana, todo se lo llevará el viento de la soberbia. Y poco nos aprovechará, que la obra sea muy buena de suyo, antes aí habemos de temer mas el vicio de la soberbia y vanagloria: Vitia quippe cætera in peccatis; superbia verò etiam inrectè factistimenda est, ne illa quæ laudabiliter facta sunt, ipsius laudis cupiditate amittantur: Aug. epist. 56 à Dioscoro. Porque los demas vicios, dice Agustin, son acerca de pecados y cosas malas, la envidia, la ira, la lujuria: y así consigo se traen su sobre escrito, para que nos guardemos de ellos; pero la soberbia anda tras las buenas obras, para destruírlas: Superbia bonis operibus insidiatur, ut pereant. Iba el hombre navegando prosperamente puesto su en el cielo, porque habia enderezado al principio lo que hacia á Dios, y de repente viene un viento de vanidad, y da con él en una roca, deseando agradar á los hombres, y

corazon

(c) Aug. 1. de Sanct. virgin. c. 32. Matth. c. 5, v. 3. Aug. de verb. Domin. in Evang. secundùm Matth. ser. 18 de virgini. c. 34: et l. 8 de Trinitat. c. 7. Hieronim. Daniel. 3. Gregor. 6 mor. c. 16.

ser tenido y estimado de ellos, ó tomando algun vano contentamiento, que con todo se hundió: y así dicen muy bien S. Gregorio y S. Bernardo: (a) Qui sine humilitate virtutes congregat, quasi in ventum pulverem portat: El que quiere allegar virtudes sin humildad, es como el que lleva un poco de polvo ó ceniza en contrario del viento, que todo se derrama y se lo lleva el aire.

CAPÍTULO II.

tud cualquiera que sea, sino persevera en la raíz de la humildad, se seca y se pierde luego. Mas: así como la raíz está debajo de tierra, y se huella y pisa, y no tiene en sí hermosura ni olor, pero de allí recibe el árbol vida: así el humilde está soterrado, es hollado y tenido en poco, no parece que tiene lustre ni resplandor, sino que está echado al rincon y olvidado: empero esto es lo que le conserva y hace crecer. Mas: así como para que el árbol crezca y dure, y lleve mucho fruto, es menester arraigarse

Que la humildad es fundamento de la raíz: y cuanto esta estuviere mas

todas las virtudes.

San Cipriano dice: Humilitas est sanctitatis fundamentum. (a) S. Gerónimo: Prima virtus Christianorum est humilitas. (b) S. Bernardo: Humilitas est fundamentum, custosque virtutum. (c) Todos dicen, que la humildad es fundamento de la santidad y de todas las virtudes. Y S. Gregorio (d) en una parte la llama maestra y madre de todas las virtudes; y en otra dice, que es raíz y origen de las virtudes. Esta metáfora y comparacion de la raíz es muy propia, y declara mucho las propiedades y condiciones de la humildad; porque cuanto á lo primero, dice S. Gregorio, que así como la flor se sustenta en la raíz, y cortada se seca: así la vir

honda y mas dentro de la tierra, tanto el árbol echará mas fruto y

durará mas, conforme á aquello que dijo el profeta Isaías: Mittet radicem deorsum, et faciet fructum sursum; 4 Reg. c. 19, v. 30; así el fructificar en todas las virtudes, y el conservarse en ellas, está en echar hondas raíces de humildad. Cuanto mas humilde fuereis, tanto mas medraréis, y creceréis en virtud y perfeccion. Finalmente, así como la soberbia es raíz y principio de todo pecado, como dice el Sabio: Initium omnis peccati est superbia; Eccl. c. 10, v. 15; así dicen los Santos, que la humildad es raíz y fundamento de toda virtud.

Pero dirá alguno: ¿Cómo decís que la humildad es fundamento de todas las virtudes y del edificio es

(d) Greg. sup. Psal. 3 pænitent. Bern. de ordin. vit. et morum insti. c. 7; et ser. de Donis Spirit. Sanct. qui est ultimus ex parvis, c. 2.

(a) Cipria. ser. de Nativit. Christi. (b) Hier. epist. ad Eusto. (c) Bern. ser. I de Nativit. (d) Greg. l. 23 mor. c. 13; et l. 27, c. ult.

piritual: pnes comunmente dicen los Santos, que la fe es el fundamento, conforme aquello de S. Pablo: Fundamentum enim aliud nemo potest ponere. præter id quod positum est, quod es Christus Jesus. 1 Corint. c. 3, v. II. A esto responde muy bien santo Tomas: 2 2,q. 161, art. 5 ad 2. Dos cosas se requieren para fundar bien una casa. Lo primero es necesario abrir bien los cimientos, y echar fuera todo lo movedizo hasta llegar á lo firme, para edificar sobre ello; despues de muy bien ahondado el cimiento, y sacada fuera toda la tierra movediza, comienzase á asentar la primera piedra, la cual con las demas que se van asentando, es el principal fundamento del edificio. De esta manera, dice santo Tomas han la humildad y la fe en este edificio espiritual y fabrica de las virtudes; la humildad es la que abre las zanjas, su oficio es ahondar el cimiento, y echar fuera todo lo movedizo, que es la flaqueza de las fuerzas humanas. No habeis de fundar sobre nuestras fuerzas, que todo eso es arena, todo eso habeis de echar fuera, desconfiando de vos mismo, y ahondando hasta llegar à la peña viva y piedra firme, que es Cristo: Petra autem erat Christus: ese es el principal fundamento; pero porque para asentar este fundamento, es menester ese otro, lo cual se hace con la humildad, por eso se llama tambien la humildad fundamento: (e) y así el que con

se

la humildad abriere bien las zanjas, y ahondare en su propio conocimiento, y echare fuera todo lo movedizo de la estima y confianza de sí mismo, hasta llegar al verdadero fundamento, que es Cristo: este tal edificará buen edificio, que aunque le combatan los vientos y crezcan las aguas, no le derrotarán; porque está fundado sobre piedra firme. Pero si edificáre sin humildad, luego caerá su edificio, porque está fundado sobre arena.

No son virtudes verdaderas, sino aparentes y falsas las que no se fundan en humildad: y así dice S. Agustin, (f) que en aquellos romanos, y filósofos antiguos no habia virtudes verdaderas, no solo por faltarles la caridad, que es la forma, y la que da vida y sér á todas, y sin la cual no hay ninguna verdadera y perfecta virtud, sino porque les faltaba tambien el fundamento de la humildad: en su fortaleza, en su justicia, en su templanza pretendian ser estimados, y dejar memoria de sí. Eran unas virtudes huecas y sin sustancia, y una sombra de virtudes: y así como no eran perfectas ni verdaderas, sino aparentes, dice que se las premió y remuneró Dios á los romanos con los bienes de esta vida, que son tambien los bienes aparentes. Pues si quereis edificar verdaderas virtudes en vuestra alma, procurad de echar primero buen fundamento de humildad: Magnus esse vis? A minimo incipe. Cogitas magnam

(e) 1 Cor. c. 10, v. 4. (f) Aug. l. 5 de Civit. Dei. c. 15; et in Ps. 31.

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