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CAP. XXI. Necesidad de sostego para
dar gracias á Dios despues de ce-
lebrar.

CAP. XXII. Si es pecado abreviar la
Misa.

CAP. XXIII. Ni la agilidad de la ac-
cion ni la expedicion de la lengua jus-
tifican las Misas apresuradas.
CAP. XXIV. El respeto de los seglares
debe hacernos pausados y circunspec-
tos en la Misa.

CAP. XXV. No vale contra esta obli-
gacion de los Sacerdotes el que los se-
glares gusten de Misas cortas.

CAP. XXVI. Los Sacerdotes dan ocasion á este daño por no celebrar con pausa uniformemente.

CÁP. XXVII. No justifican este apre-
suramiento las ocupaciones de los se-
glares que asisten å la Misa.

CAP. XXVIII. Quan frívola sea esta
excusa de las ocupaciones por parte de
los seglares.
CAP. XXIX. Respóndese á los que an-
tes quieren oir dos Misas breves que
una larga.
CAP. XXX. Es injusticia en los segla-
res exigir de los Sacerdotes que sean
apresurados en la Misa.

CAP. XXXI. No puede el Sacerdote

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apresurarse en la Misa por tener que acudir á negocios propics. CAP. XXXII. Respóndese á los que di

cen que el celebrar con pausa es de es: crupulosos. CAP. XXXIII. Respondèse á los que dicen que la pausa en la Misa es solo de los perfectos.

CAP. XXXIV. Si es causa para abreviar la Misa el miedo de las tentacio

nes.

CAP. XXXV. La sequedad que siente el Sacerdote en la Misa no es bastante causa para apresurarse en ella. CAP. XXXVI. Si es bien apresurarnos en la Misa por adelantar este sufragio á los difuntos.

Conclusion.

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DE LA OBLIGACION

DE DECIR LA MISA

CON CIRCUNSPECCION Y PAUSA.

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INTRODUCCION.

La falta de gravedad y circunspeccion

con que algunos Sacerdotes celebran el santo sacrificio de la Misa, es materia en que apenas se puede pensar sin lástima de los que tratan este divino misterio tan al reves de lo que pide su excelencia y dignidad. ¿Qué cosa hay en la Iglesia, ó mas alta, o mas misteriosa, o mas digna de respeto y veneracion, ó que este augusto sacrificio? Sin embargo, vemos Sacerdotes que al paso que hacen otras cosas graves con la debida consideracion y espacio; sea por tedio de las cosas santas, ó para ganar tiempo para negocios y entretenimientos, cuya importancia ni compararse merece con la de la Misa; atropellan las ceremonias de ella, corren, vuelan por salir luego del altar, como si les pusieran brasas. A estos Sacerdotes se dirige esta obrita, cuya compasion

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y el deseo que tengo de ver mejor tratadas en sus manos las cosas de Dios, me hace olvidar lo pequeño de mis fuerzas, y la ninguna autoridad que hay en mí para abogar en defensa de esta buena causa. Añádese la confianza que tengo en Dios nuestro Señor, que la razon que por mi parte está, ha de abrirse camino llano en los pechos de todos, y, como digamos, conquistarlos á todos, para que cada qual por su parte, y yo el primero, ahondemos hasta dar con la raiz de este daño, á una le atajemos y cortemos, siquiera por lo mucho que en ello nos va.

y

CAP. I.

Qué entendemos por pausa en la Misa, y qué por apresuramiento.

Como la pausa y el apresuramiento tie

nen tanta extension en todas materias, y aun en la que ahora tratamos pueden tomarse en varios sentidos; bien será que ante todas cosas fixemos la idea que se les ha de dar en el discurso de esta obra.

Para lo qual se deben considerar dos maneras de pausa en la Misa. Porque hay una pausa necesaria para la execucion misma de la Misa, atendidas las partes de

que se compone, y la claridad, distincion y devocion con que conviene articular las palabras de ella, y la gravedad y decoro con que se deben hacer sus ceremonias. Hay otra que no tanto la exîge de suyo la Misa, como la particular devocion y ternura del que celebra. De esta última no es nuestro ánimo dar regla general, ni poner tasa en ella.

Trátase ahora solamente de la pausa que primero decíamos, necesaria en todos los Sacerdotes para celebrar, no con extraordinaria ternura y devocion, sino con la gravedad y decoro necesario el santo sacrificio de la Misa.. Y aunque este negocio no se ha de resolver sin respeto á las diversas calidades de los que celebran, y á otros incidentes que pueden ocasionar alguna variedad en la duracion de la Misa; no puede negarse que para que sea prudente este juicio, debe entrar en cuenta siempre y ante todas cosas lo que la Misa pide por sí sola para decirse toda, y bien; esto es, para que se pronuncien las palabras de ella con gravedad, con distincion, con edificacion de los que la oyen; para que se hagan las ceremonias con decoro, en su tiempo y lugar, como está prevenido en las Rúbricas y para que sea obedecida la Iglesia que en el

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