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que en nuestra ánima hay dos se levantarán en vuestro apetito partes principales, que los teólo-sensitivo movimientos y aficiones gos llaman porcion superior y por- contrarias. Y mas, si el hombre no cion inferior por otros términos pecara, el cuerpo estuviera dispuesmas claros, razon y apetito sensi-to para cualquier obra que el alma tivo y antes del pecado, en aquel quisiera ejercitar, que no sintiera dichoso estado de la inocencia y en él ningun impedimento; pero justicia original en que Dios crió ahora, corpus, quod corrumpitur,agal hombre, esta porcion inferior es- gravat animam, Sap. ix, v. 15, para taba perfectamente sujeta á la supe- muchas cosas, para que el alma se rior, el apetito á la razon, como co- siente hábil y deseosa, le es estorsa menos noble à la mas noble, y bo el cuerpo: á la manera que cuancomo natural siervo á su señor: Fe- do caminamos en una bestia de mal cit Deus hominem rectum. Eccles. VII paso, y nos lleva molidos, tropiev. 3. No crió Dios al hombre desor-za á menudo, cánsase, y á veces no denado, como ahora estamos: en-la podemos menear, espántase de la tonces, sin ninguna dificultad ni contradiccion, antes con mucha facilidad y suavidad, obedecia el apetito á la razon, y se iba el hombre á amar á su Criador, y emplear todo en su servicio, sin haber cosa que le impidiese ni estorbase. Estaba entonces tan sujeto y rendido el apetito sensitivo á la razon, que no se podia levantar movimiento ni tentacion alguna de la carne, sino es que el mismo hombre libremente lo quisiese. No fuéramos entonces tentados de ira, ni de envidia, ni de gula, ni de lujuria, ni de otro mal deseo, sino es que nosotros por nuestra voluntad le quisiéramos tener. Empero por el pecado, como la razon se rebeló contra Dios, se rebeló tambien el apetito sensitivo contra la razon: Non enim quod volo bonum, hoc facio; sed quod nolo malum, hoc ago, ad Rom. vII, v. 19, decia el apóstol san Pablo. Contra toda vuestra voluntad, aunque os pese,

sombra, échase al mejor tiempo; tal es ahora este nuestro cuerpo. Ese fue el castigo y justo juicio de Dios, dice san Agustin (1): Hæc est enim pœna inobedienti homini reddita in semetipso, ut ei vicissim non obediatur neque à semetipso: Esta es la pena y la justicia que mandó hacer la majestad de Dios nuestro Señor contra el hombre desobediente, que pues él no quiso obedecer á su Criador y Señor, que tampoco le obedezca á él su carne y apetito, sino que sienta en sí una continua guerra y rebelion.

Dicen los teólogos con Beda, que el hombre, por el pecado, fuit spoliatus gratuitis, et vulneratus in naturalibus: no solo quedó despojado de la justicia original, y de la gracia y de otros dones sobrenaturales que habia recibido, sino que quedó llagado y estragado en

(1) August. lib. 1 contra advers. legis, et Prophetar. cap. 14.

lo natural; porque el entendimien- que nos quedase esta rebeldía y to quedó oscurecido para entender contradiccion, para reprimir nueslas cosas de Dios, el libre albedrío tra soberbia, y en pena de ella, paenfermo, la voluntad para lo bue- raque anduviésemos siempre humino flaca, el apetito para lo malo llados, viendo nuestra miseria y bafuerte y desenfrenado, la memoria jeza: Homo cum in honore esset, non derramada, la imaginacion tan in- intellexit, comparatus est jumentis quieta y desasosegada, que apenas insipientibus, et similis factus est podemos rezar un Pater noster con illis. Psalm. XLVIII, v. 21. Crió Dios el pensamiento fijo en Dios, sin al hombre en grande honra y digque luego, cási sin sentirlo, nos hur- nidad, adornándole y hermoseánte el cuerpo, ó se salga de casa, y dole con muchos dones y gracias corra por todos estos mundos sin sobrenaturales, y él no lo supo coparar: los sentidos curiosos, la car-nocer ni agradecer; y así mereció ne súcia y mal inclinada. Final- que Dios le despojase y privase de mente quedó nuestra naturaleza tan todo eso, y quedase hecho semellagada y estragada por el pecado, jante à las bestias, sintiendo en sí que ya no camina como antes ca- deseos y apetitos bestiales, para minaba, ni puede lo que antes po- que así se conozca y humille, y no dia, sino que el que antes del peca- tenga ya ocasion de ensoberbecerdo amaba á Dios mas que á sí, des- se, que no tenemos ninguna, si nos pues del pecado ama á sí mas que supiésemos conocer, sino muy muá Dios, y anda siempre aficionado chas para andar siempre confuny enamorado de sí mismo, y deseo- didos y humillados. so de hacer su propia voluntad, inclinado á cumplir sus apetitos, y å dejarse llevar de sus pasiones y deseos, aunque sea contra la razon y contra Dios.

Mas habemos de notar (1), que aunque por el Bautismo se nos quita el pecado original, que fue causa de este desconcierto; empero no se nos quita esta exencion y rebeldía de nuestro apetito contra la razon y contra Dios, que llaman los teólogos y los Santos, fomes peccati. Quiso Dios nuestro Señor por sa justo y alto juicio y disposicion

(1) Bonav. lib. 8 de profect. Religiosor. cap. 33.

Lo segundo, habemos de suponer otro fundamento principal en esta materia, que se sigue de lo dicho, que este nuestro apetito así desconcertado y desordenado, esta nuestra carne y sensualidad, con este fomes peccati que habemos dicho, es el mayor impedimento y estorbo que tenemos para caminar en el camino de la virtud. Esto es lo que decimos comunmente, que la carne es el mayor enemigo que tenemos, porque de ahí nacen todas nuestras tentaciones y caidas, como dice el apóstol Santiago en su Canónica: Unde bella, et lites in vobis? Nonne ex concupiscentiis vestris, quæ

militant in membris vestris? Jacob. no solo los pecados, sino todas c. IV, v. 1. Esa nuestra sensualidad cuantas faltas é imperfecciones hay concupiscencia, ese amor propio cemos en el camino de la virtud, desordenado que nos tenemos á nos- como dirémos despues. otros mismos, es causa de todas. nuestras guerras, de todos nuestros pecados, y de todas cuantas faltas é imperfecciones hacemos; y así esta es la mayor dificultad que hay en el camino de la virtud: esto los mismos filósofos con la luz y razon natural lo conocieron. Aristóteles dijo (1), que toda la dificultad de ser un hombre bueno y virtuoso está en refrenar y moderar los deleites y las tristezas. Epicteto reducia toda la suma de la filosofía á estas dos breves palabras: Sustine, et abstine: Sufre, y abstente; porque toda la dificultad de la virtud está en dos cosas, en acometer y sufrir el trabajo, y abstenernos del deleite y gusto. Y bien lo experimentamos todos; porque ningun hombre peca, sino, ó por huir alguna dificultad y trabajo, ó por conseguir algun gusto y deleite, ó no abstenerse de él. El uno peca por el amor y codicia de la hacienda; el otro por la codicia y ambicion de la honra. Este por conseguir el deleite carnal y sensual, aquel por huir la dificultad y trabajo que siente en el cumplimiento de los mandamientos de Dios y de su Iglesia, porque tiene mucha dificultad en amar á su enemigo, ó en ayunar y confesar sus pecados vergonzosos y ocultos. Todos los pecados nacen de aquí, y Matth. XVI, 14; Luc. IX,

(1) Aristotel. lib. 7 Ethic. cap. 7.

Con esto se entenderá bien en qué consiste la mortificacion, que es en concertar y moderar nuestras pasiones y malas inclinaciones, y el amor propio desordenado. Dice san Jerónimo sobre aquellas palabras de Cristo nuestro Redentor (1): Qui vult post me venire, abneget semetipsum, et tollat crucem suam, et sequatur me: Aquel se niega á sí mismo, y lleva su cruz, que antes no era honesto, y se hace casto y honesto: antes no era templado, y se hace muy abstinente: antes era tímido y flaco, y se hace fuerte y constante. Eso es negarse á sí mismo, hacerse otro del que antes era; y esa es tambien la necesidad que de la mortificacion tenemos. Y añade san Basilio (2): Advertid que primero dijo: Niéguese á sí mismo; y luego dice: Y sígame; porque si no haceis primero eso de negar y quebrantar vuestra propia voluntad, y mortificar vuestras malas inclinaciones y apetitos, hallaréis muchas ocasiones y estorbos que os impedirán el seguir á Cristo. Es menester allanar primero el camino con la mortificacion; por eso pone él la mortificacion por fundamento, no solo de la perfeccion, sino de la vida cristiana. Esta es la cruz que habemos de llevar siempre á cues

(1) Hieronymus, epist. ad Algacian.; 23.

(2) Basil. II Cor. iv, 10.

tas, si queremos seguir á Cristo. | animo suo, expugnatore urbium. Y II ad Cor. IV: Semper mortificatio- da la razon san Ambrosio (1); pornem Jesu in corpore nostro circum- que, Graviores inimici sunt pravi ferentes. Esto es tambien lo que di-mores quam hostes infesti: Mayores jo Job, que la vida del hombre es enemigos son nuestras malas incliuna continua guerra: Militia est naciones y pasiones, que los enevita hominis super terram ; porque, migos exteriores. Y tratando de lo como dice el apóstol san Pablo: mucho que vino á valer José, diCaro concupiscit adversus spiritum, ce (2), que mas fue, y mas hizo en spiritus autem adversus carnem : regirse y ser señor de sí, no conhæc enim sibi invicem adversantur, sintiendo con su ama en el adulteut non quæcumque vultis, illa fa- rio, que en regir y gobernar desciatis. Ad Galat. v, v. 17. La pues todo el reino de Egipto. Y carne desea contra el espíritu, y el san Crisóstomo (3) dice, que mas espíritu contra la carne, porque hizo David venciéndose y mortifison dos contrarios enemigos. Esta cándose en no querer vengarse de es la guerra continua que traemos Saul, cuando le pudiera matar en con nosotros; y el que venciere la cueva, que cuando venció al giy sujetare mejor su carne y ape- gante Goliat; y los despojos de esta titos, ese será mejor, y mas fuer- victoria, dice, no los puso en la ciute y valeroso soldado de Cristo. dad de Jerusalen la del suelo, sino Y así dicen los gloriosos padres en aquella soberana Jerusalen del y doctores de la Iglesia, Gregorio cielo y no le salen aquí al encueny Ambrosio (1), que esta es la ver- tro cantando alabanzas las mujeres dadera fortaleza de los siervos de de Israel, como cuando venció á GoDios, la cual no consiste en las fuer- liat, sino el ejército de los Ángeles zas y brazos del cuerpo, sino en se regocijaba de lo alto, y se marala virtud del ánimo, en vencer su villaba de su virtud y fortaleza. carne, en contradecir sus apetitos y deseos, en menospreciar los deleites y contentos de esta vida, Y en llevar bien los trabajos y adversidades que se ofrecen. Y añaden, que mas es regirse uno á sí, y ser señor de sí, y de sus pasiones y sentidos, que regir y sujetar á otros, conforme à aquello del Sábio, Prov. XVI, v. 32: Melior est patiens viro forti, et qui dominatur

(1) Gregor. lib. 7 Mor. cap. 8; Ambros. lib. 5 de offic. cap. 39.

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CAPÍTULO III.

Que es de los mayores castigos de Dios el entregar á uno á sus apetitos y deseos, dejándole que vaya tras ellos.

Para que se entienda mejor la necesidad que tenemos de mortificar (1) Ambros. serm. 87 de Eliseo.

(2) Ambros. lib. de Patriar. Joseph. c.5; Genes. XXXIX, 7 et seq.

(3) Chrysost. hom. de David et Saul, t. 1; I Reg. XXIV, 7; XVIII, 6.

PARTE II.

mos, no se ha de entender que Dios incite á mal á nadie, ni le haga caer en pecado, sino es permitir que esos apetitos y deseos malos que habian concebido allá dentro en su corazon vengan á salir á la luz, y ayudados é instigados del demonio los vengan á poner por obra.

Veráse bien cuán grande castigo sea este, por lo que se sigue de ahí.. Va ponderando el glorioso y bienaventurado apóstol san Pablo có

nuestra carne y apetitos, y así nos animemos á tomar las armas contra este enemigo, importa mucho que conozcamos bien cuán gran contrario y enemigo es este. Eslo tanto, que dicen los Santos, que uno de los mayores castigos de Dios, y donde él muestra mas su ira, es entregar al pecador en manos de este enemigo, entregándole á sus apetitos y deseos, como en manos de crueles sayones; y traen para esto muchos lugares de la sagrada Escri- mo les fué con este castigo á aquetura, como aquello del Profeta, Psal-llos soberbios filósofos, y cómo les mo LXXX, v. 12 et 13: Etnon audi- trató este cruel enemigo, á quien vit populus meus vocem meam, et Dios los entregó. No se puede decir. Israel non intendit mihi. Et dimisi ni encarecer con palabras á qué eos secundum desideria cordis eorum, extremo de males los llevó : llevóibunt in adinventionibus suis: No los por todo género de pecados, y me quiso obedecer mi pueblo, ni oir no paró hasta dar con ellos en pecamis consejos; dejéles que se fuesen dos súcios, feos, abominables y netras sus apetitos y deseos, y siguie- fandos: Tradiditillos Deus in passiosen sus invenciones y antojos. Y el nes ignominiæ. Ad Rom. 1, v. 26. ¡Ay apóstol san Pablo dice, que este es de vos, cuál os parará ese vuestro el castigo que envió Dios á aquellos enemigo, esa bestia fiera, indómisoberbios filósofos gentiles por su ta, si os dejais caer en sus manos! altivez y soberbia: Quia cum cogno- Dice san Ambrosio (1): Qui dominari vissent Deum, non sicut Deum glori- nescit cupiditatibus, is quasi equus ficaverunt, aut gratias egerunt, sed raptatur indomitus, volvitur, obteevanuerunt in cogitationibus suis: ritur, laniatur, affligitur. ¿Quereis propter quod tradidit illos Deus in que os diga de qué manera os tratará, desideria cordis eorum, in immundi- y cuál os parará? Como un caballo tiam,utcontumeliis afficiant corpora desbocado y furioso, que lleva al sua in semetipsis. Ad Rom, 1, v. 21 que va encima de lodazal en lodaet 24. El castigo con que Dios los zal, y de barranco en barranco, castigó fue, que los entregó á sus hasta dar con él en un despeñadero; apetitos y deseos, como en manos de esa manera os tratará ese vuestro de crueles verdugos. Nota san Am- apetito, si no le sabeis domar y brosio, que por este entregar de mortificar, y ser señor de él: lleDios, que aquí y en otros muchos lu- varáos de pecado en pecado, de vigares de la sagrada Escritura lee(1) Ambros. lib. 3 de Virginibus.

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